Por: Benedikte Raft
El mes pasado, miles de migrantes haitianos se reunieron en ambos lados de la frontera entre Estados Unidos (EE.UU.) y México en Del Río, en el sur de Texas, esperando obtener asilo en EE.UU. Sin embargo, muchos fueron devueltos a México por agentes fronterizos de EE.UU. Varios de estos agentes incluso amenazaron a los migrantes con riendas de caballo como látigos, lo que generó una condena generalizada.
En efecto, el escenario que ha acaparado la atención durante los últimos meses son las deportaciones hacia Haití, bajo la administración de Biden. Aproximadamente 30.000 migrantes haitianos llegaron a Del Río, Texas, el mes pasado, estableciendo un campamento temporal debajo del puente internacional que conecta a EE.UU. y México.
Entre el 19 de septiembre y el 6 de octubre, los servicios de migración estadounidenses fletaron 67 aviones para expulsar de su territorio a 7.244 migrantes haitianos, de acuerdo a la Organización Internacional para la Migraciones (OIM). En estos 18 días se produjeron cerca del triple de devoluciones hacia Haití por parte de las autoridades estadounidenses que en los siete meses y medio precedentes (de febrero a mediados de septiembre de 2021). De los últimos 67 vuelos, 43 aterrizaron en Puerto Príncipe con 5.008 pasajeros y otros 24 en Cabo Haitiano. Esto representa un total de 2.236 migrantes deportados. El 56% de los expulsados eran hombres, un 25% eran mujeres y un 19% eran niños o niñas.
Es importante prestar atención a la situación y asegurar que se proteja la dignidad de los migrantes y sus derechos humanos. OBMICA y CEDESO coinciden con un reciente pronunciamiento de cuatro agencias de las Organización de las Naciones Unidas (ONU) y con múltiples organizaciones de defensores de derechos humanos.
Invocando una regla de salud pública conocida como Título 42, la administración de Biden ha expulsado a miles de personas haitianas en movilidad en vuelos de regreso a Haití. Las deportaciones han provocado indignación contra el presidente Joe Biden, quien había prometido aplicar políticas de inmigración más humanas que su predecesor, Donald Trump.
El ex enviado de EE.UU para Haití, Daniel Foote, que renunció el mes pasado en protesta por las deportaciones masivas de migrantes haitianos por parte del gobierno de Biden, advirtió que el envío de personas de regreso a Haití empeorará las condiciones en la nación caribeña golpeada por la crisis.
En una sesión informativa del Congreso hace dos semanas, Foote declaró que deportar a los solicitantes de asilo haitianos “no es la respuesta” al reciente aumento de llegadas a la frontera sur de EE.UU. con México. Existe una creciente confusión entre los valores progresistas de migración que expone el presidente Joe Biden y las políticas de cumplimiento implementadas en la frontera.
En la campaña electoral, Biden prometió un enfoque más humano hacia la frontera sur que el ex presidente Donald Trump, que describió como el lanzamiento de un “asalto implacable a nuestros valores y nuestra historia como una nación de inmigrantes” e “intimidación a los solicitantes de asilo legítimos.” No obstante, durante su primer año en el cargo, Biden se ha apoyado en los esfuerzos de su predecesor para cortar el acceso al sistema de asilo en la frontera más de lo que admite.
Las políticas fronterizas de la administración Biden, que han tenido el efecto de excluir a los migrantes de las protecciones legales a las que pueden tener derecho, no han equilibrado esas prioridades de manera efectiva. Por el contrario, han reprimido a un grupo de migrantes que ya tienen muy poca visibilidad y una limitada protección de sus derechos humanos. Este enfoque contrasta con los esfuerzos de la administración para mejorar las vidas de los inmigrantes indocumentados que ya viven en EE.UU.
Muchos de los haitianos que buscaron refugio en EE.UU. vivieron en América Latina durante años después de huir de crisis anteriores en Haití, por ejemplo, el terremoto de 2010. Pero la recesión del COVID-19, la discriminación racial en América Latina, la comprensión de que volver a casa ya no era una opción y la percepción de que EE.UU. les ofrecería protección humanitaria, son algunas de las motivaciones para decidir trasladarse al norte del continente.
Además, no son sólo las personas haitianas quienes buscan oportunidades y prosperidad económica en América del Norte. La semana pasada, una enfermera brasileña fue encontrada muerta en el desierto de Nuevo México tratando de encontrar oportunidades de trabajo en América del Norte.
Esto nos indica cuán gravemente ha afectado el COVID-19 a las economías de América del Sur, lo que ha causado que muchos se arriesguen a buscar medios de vida en otros lugares.
El flujo migratorio no se detendrá, sino que continuará. Muchos de los que acaban de regresar a Haití, un territorio que muchos no habían pisado durante años, ya están pensando nuevas formas de partida del país a medida que la violencia de las pandillas ha aumentado a que se agrega los efectos del azote de desastres de origen natural en agosto.
Es importante prestar atención a la situación y asegurar que se proteja la dignidad de los migrantes y sus derechos humanos. OBMICA y CEDESO coinciden con un reciente pronunciamiento de cuatro agencias de las Organización de las Naciones Unidas (ONU) y con múltiples organizaciones de defensores de derechos humanos. De manera que nuestras instituciones apoyan su incidencia hacia un cese de estas deportaciones, reconociendo la crisis que persiste en Haití debido al asesinato de su presidente en julio, el terremoto de agosto seguido por tormenta tropical Grace[,] entre otros retos mayores.
